Mucha agua ha caído desde los años 90, época en la que comenzó a desarrollarse entre nosotros una cultura alrededor del dj y la música que este genera.
Las etapas por las que ha atravesado la música electrónica en nuestra Isla han estado marcadas por la censura, los prejuicios y en muchos casos la estrechez mental de los djs. Unido a esto, la pérdida de algunos de los productores más importantes y la escasez de un support estatal o privado han frustrado iniciativas que muchos frutos hubieran aportado.
Se siente la ausencia de plataformas que promuevan de manera independiente a los djs, papel que antaño fue asumido por MATRAKA Producciones de una manera nunca vista en nuestro archipiélago.
Entonces, en medio de esta pandemia, se hace necesario un replanteo de nuestros discursos y estrategias comunicativas para llegar a un público cada vez más conectado con el mundo.
Nos urge una mayor presencia en las redes sociales, en las video streaming, una activa colaboración entre colegas y asumirnos como un panorama electrónico diverso en constante cambio.
Como parte underground, pero presente y necesaria en nuestra cultura, los djs precisan enlazarse entre sí. Encontrar vías orgánicas fuera del stablishment para la producción de sus proyectos, pues ha quedado demostrado que el apoyo que pueden brindar las instituciones no es suficiente. De lo contrario, la década que recién comienza nos pasará por encima sin dejar un saldo favorable.
Quisiera mencionar el trabajo desarrollado por el Laboratorio Nacional de Música Electroacústica (LNME) y por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), al promover desde sus posibilidades a un movimiento que necesita algo más que una peña o un festival. Necesita organización y encadenamiento entre sus seguidores, pero eso las instituciones no lo pueden dar, eso surge del trabajo consiente de cada dj, promotor o activista.
La música electrónica en Cuba necesita mezclarse con nuestros solares y campos, con la cola del pollo y el sol del mediodía en una guagua, con nuestras utopías y playas. Necesita generar el movimiento que todavía no somos.